viernes, 6 de julio de 2012

Una Canita al Aire.

Hoy me encontré una cana, no a mí, en el suelo. Tiene que haber sido de mi papá, era un pelo ondulado pero firme, muy bien tenido y brillante, como es él (ahora se pasó a neo-hippie y se está dejando el pelo largo -y no se lo tiñe-).
No era un pelo tembleque y transparentoso como de viejo-viejo.
Yo vengo de una familia de casi puros viejos, cuando era chica no jugaba con mis primos de todas las edades formas y tamaños, nada más que unos primos lejanos en los veranos, pérdidos en el tiempo , y sería. Mis tíos que se juntaban para todos los eventos familiares andaban todos por la tercera o cuarta edad, más o menos (las ocasiones eran más funerales que matrimonios, por razones obvias). De ahí mi lado Tim Burton, por el que me hacían un poquito de bullying en mi casa cuando pequeña.
Sin embargo, no recuerdo nunca haberme encontrado una cana (será que la negación del koleston abundaba). Me habré encontrado a lo mejor un pelito blanco de largo indefinible -y a la vez demasiado mediano-, ondulado sobre símismo y enredadísimo en la tela de un sillón, o en la pata del sherterfil, o en el chal que ha acompañado a generaciones viendo tele -a lo viejo mate de plata- o quizás qué. Sin seguridad de si alguna vez fué un pelo de gato, pelusa o ambos ¡o quizás qué!.

Pero una cana como ésta, no.